sábado, 14 de febrero de 2009

Venezuelanada esta claro

Catia
En Catia la reforma constitucional ganó en 2007, pero perdió a nivel nacional.

Como quien mira un equilibrista que cruza dos rascacielos sobre una cuerda tensa, los venezolanos aguardan los resultados del referendo constitucional de este domingo sin un claro pronóstico sobre el resultado.

Ni en Catia, un populoso sector del oeste de la ciudad, ni en la plaza Altamira, vecindario típico de clase media, parece haber unanimidad, o al menos una tendencia marcada.

Pero nadie puede quitarle los ojos de encima al equilibrista. Y nunca falta una duda subyacente sobre si podrá cruzar sin contratiempos.

Esto fue lo que recogió BBC Mundo en un recorrido por las dos zonas, a escasos días de la consulta donde se juega la reelección indefinida del presidente Hugo Chávez y de otros funcionarios públicos.

Popular, populoso... chavista

quick divorce En el boulevard de Catia la mañana transcurre entre compras en tiendas formales y puestos improvisados, partidas de dominó y alguna que otra discusión política.

En la acera, cuadrillas de obreros vestidos de rojo taladran, reparan y barren. En una esquina un camión vende "bolsas felices" que contienen cuatro paquetes de harina de maíz, dos de arroz y otros productos básicos a precio "solidario".

Más abajo, una joven identificada como trabajadora de las misiones del gobierno ofrece "tres paquetes de azúcar por diez mil bolívares (menos de US$5)" empujando una carretilla.

He oído entre la gente del pueblo que la gente pobre no progresa, hay mucho descontento
Vendedor ambulante en Catia
En la distancia se divisan las torres de pequeños departamentos y las casas precarias de techo de zinc, aquí conocidas como "ranchos", habitadas por cientos de miles de personas que se estima componen la clase media-baja y la clase baja.

En Catia hay pobreza. Y tradicionalmente, son los menos favorecidos quienes han acogido con más entusiasmo la propuesta chavista.

Según cifras oficialistas, en 2007 la parroquia Sucre -de la que forma parte- le dio el "sí" al proyecto de reforma constitucional, incluida la reelección ilimitada, con el 57% de los votos (la iniciativa fue derrotada a nivel nacional).

Esta vez, y comparado con otras zonas de la ciudad, la campaña por el "sí" parece poco intensa. Hay afiches, hay murales, hay volantes, pero un buen número de postes y paredes fueron "perdonados" por los propagandistas. Eso sí: por el "no" no se ve ni una calcomanía.

Pero eso no significa que el voto de Catia esté decidido.

Las cartas no están echadas

"Mucha gente está con el 'no', para que Venezuela tenga un cambio. Ésa es la realidad del pueblo catiense", le dice a BBC Mundo un señor recostado de una puerta. Y a continuación, apunta a los obreros: "A esos que tú ves ahí con franelita roja les están pagando para hacer propaganda indirecta".

"Yo solía votar por Chávez, pero ahora es un engaño", señala un vendedor ambulante de raticida que se toma un descanso sentado en un escalón. "He oído entre la gente del pueblo que la gente pobre no progresa, hay mucho descontento".

Dos tiendas más allá, dos caballeros mayores difieren. "Ese hombre (Chávez) vuelve a ganar a chorro. Más vale malo conocido que bueno por conocer. ¿Pa' dónde vamos a cogé'?", se dicen el uno al otro.

Puesto de flores
Todos alegres porque vamos a ganar sobrados
Partidaria del "sí" en Catia
"Mentira, la gente está calladita", difieren dos señoras que comen helado a la sombra de árbol. Una de ellas también votó antes por Chávez, pero ahora lo hace responsable de sendos problemas como que "hay mucha delincuencia" y "tiene los poderes comprados", aunque aclara que ella no es de la oposición.

En el mercado municipal los pronósticos no coinciden. "Quizás en los cerros gane, porque hay mucho chavista", dice una vendedora de productos enlatados de origen portugués que está con el "no".

"El 'no' gana, yo oigo gente que viene de todas partes", la contradice un vendedor de verduras, otro ex votante chavista que se arrepintió a los seis meses porque no le gusta "la gente grosera".

Pero el jefe del Estado cuenta con al menos dos votos duros en Catia: los de unas vendedoras ambulantes de franelas y shorts que, a pesar de que fueron sacadas del boulevard por el alcalde chavista Jorge Rodríguez, van a votar "sí" este 15 de febrero.

"Nos ofrecieron una solución. Lo que pasa es que tenemos que esperar. Y no podemos apoyar el 'no' porque no queremos que el país retroceda", dice una de ellas.

Y en un puesto de flores que tiene desplegado su afiche por el "sí" la dueña asegura que están "todos alegres porque vamos a ganar sobrados".

Del otro lado

Con menos de 10.000 pobladores, Altamira forma parte del municipio Chacao, uno de los más ricos del país.

Plaza Altamira
Los partidarios del "sí" llegaron hasta la Plaza Altamira, zona anti-chavista por excelencia.
Está dominado por las casas y edificios de apartamentos de clase media, clase media-alta, así como comercios y restaurantes frecuentados por bolsillos pudientes.

La plaza, en la parte baja de la urbanización, ha sido escenario de algunos momentos icónicos de la batalla opositora contra el presidente Chávez.

En medio del paro petrolero de 2002-2003, fue declarada "territorio liberado" por manifestantes que hicieron del lugar un bastión permanente de protesta.

Desde 1998 ningún candidato chavista a cargo ejecutivo ha ganado en el municipio Chacao.

La esperanza

Ahora ha visto batallar pacíficamente a jóvenes que promovían cada una de las opciones del referendo, quienes día y noche esperaban en las esquinas a que los semáforos cambiaran a rojo para lanzarse al medio de la calle con carteles, silbatos y canciones.

"Yo no estoy de acuerdo, pero creo, sinceramente, que va a ganar el 'sí'", señala un señor que lee periódico en un banco.

El ambiente está un poco tenso. Unos dicen que va a ganar el 'sí', otros que el 'no', pero los dos andan amenazando con que va a haber disturbios si pierden
Joven en Plaza Altamira
"El ambiente está un poco tenso. Unos dicen que va a ganar el 'sí', otros que el 'no', pero los dos andan amenazando con que va a haber disturbios si pierden", expresa -preocupado- un joven estudiante que aguarda un autobús.

El joven acaba de cumplir los 18 años y no vota, pero dice que en su familia "hay de todo".

Un grupo de muchachos con camisetas por el 'no' se prepara para salir a repartir volantes, pero tampoco arriesgan una predicción.

"La esperanza es lo último que se pierde", dice una de las jóvenes.

Le apunto que eso no suena muy optimista. "Bueno, estamos trabajando", es su respuesta.

El recorrido termina con la respuesta abrupta de un señor que teclea frenéticamente su teléfono celular.

"Yo no doy opiniones políticas", me corta.

¿Será un posible abstencionista?

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