Un dólar débil generado por un país en recesión choca contra un euro que quiere fortalecerse e internacionalizarse. La batalla amenaza dislocar el mercado y las finanzas mundiales. Y sus consecuencias decidirán el destino del desarrollo de los centros y de la periferia. Se trata, en realidad, de la crisis de la 'integración mundial del capital financiero', última etapa del imperialismo.
En 1996, Lester Thurow, asesor de Bill Clinton, auguró para el capitalismo una era de tinieblas medioevales. Y subrayó: 'Estados Unidos ganó la guerra fría pero en este presente de cambios en torbellino padece, más que disfruta, su condición de única potencia militar mundial.(...) No son las armas la respuesta en el mundo multipolar, sino la habilidad para colocar capitales, ganar mercados y dominar con otro estilo, en guerras que no dejarán muertos sino grandes espacios económicos que pasarán de mano en mano'.
'Es el déficit, estúpido'
Hoy, la superpotencia mundial afronta un nuevo tipo de guerra fría que no se librará con armas.
Su peor enemigo no es Bin Laden sino el euro. Y su mayor debilidad es el frágil dólar, que profundiza la recesión norteamericana, aumenta su déficit y fortalece a la divisa europea. Las cifras del Departamento de Comercio muestran una economía al rojo vivo. En 2002 hubo un déficit récord en cuenta corriente -diferencia entre exportaciones, importaciones y otros rubros-de U$S 503.400 millones (5% del PBI, 21,9 % más que en 2001). El déficit del presupuesto fiscal es otro récord: U$S 304.000 millones de dólares. Y la deuda externa de Estados Unidos trepó a U$S 2,8 billones.
No sólo el país está endeudado; también sus ciudadanos. La deuda interna está en los U$S 6 billones, el 10 % de la cartera de créditos bancarios es incobrable y los débitos personales de los norteamericanos, de acuerdo al Cambridge Consumer Credit Index, son U$S 1,7 billón de dólares (el doble de la deuda externa de América Latina).
Ni los más optimistas avizoran una recuperación inminente. Ethan Harris, de la consultora Lehman Brothers, anunció que la economía crecerá en 2003 un raquítico 2,4%, con mayor desempleo (hoy, 6%), y apenas 30% de chance de dejar atrás la recesión este año.
¿Cómo salir de la crisis?
Ben Beranke, uno de los gobernadores de la Reserva Federal, en su discurso 'Deflation:
Making Sure It'Doens't Happen Here', reveló: 'El gobierno de los EEUU tiene una tecnología llamada la 'maquinita'... que permite producir tantos dólares como desee esencialmente a ningún costo.' Alan Grenspan, presidente de la Reserva Federal, lo ratificó después de sus malabarismos con la tasa de interés (la bajó 13 veces): 'La Reserva Federal estimulará la economía, y para hacerlo no existe ningún límite a lo que podríamos inyectar (de dinero) al sistema.' El resultado fue desastroso: el oro subió de U$S 320 la onza a más de U$S 355, el nivel más alto en seis años. Y el euro siguió trepando en relación al dólar.
En el Fondo no le creen. Además de usar la 'maquinita', Bush quiere reactivar subiendo el presupuesto militar a U$S 335.100 millones, controlando el precio del crudo en Medio Oriente y recortando U$S 670.000 millones en impuestos.
El FMI, el Banco Mundial, la OCDE (Organización para la Cooperación y el desarrollo Económico) y el G-7 creen que esta estrategia es negativa. El déficit podría duplicarse en cinco años. Y controlar militarmente los enclaves petroleros también perforaría el balance: recuperar con el petróleo de Irak el costo de la guerra y la reconstrucción demoraría 10 años.
El método ya se intentó en 1982-90, subiendo 50% los gastos bélicos. Hubo una recuperación, pero explotó la deuda pública: de 27% del PBI en 1980 a 63% en 1993.
Ese recuerdo y la declaración del secretario del Tesoro John Snow ('no nos preocupa un dólar débil') sembró en las oficinas del BCE (Banco Central Europeo) la sospecha de una salvaje depreciación de la moneda: de 1,14 dólares por euro, podría saltar a 2 dólares.
Lloverán banqueros.
La decaída efigie de Benjamin Franklin expresa una economía frenada. Sobrevuela el fantasma de otra 'Gran Depresión' como en 1929, cuando los banqueros se arrojaban por la ventana en Wall Street.
Estados Unidos redujo su producción en los '80, por un dólar sobrevaluado que contrajo la tasa de ganancia en la industria y desplazó las inversiones a la tecnología y la Bolsa.
La burbuja de cotizaciones se hinchó y reventó arrastrando a la 'nueva economía' (Silicon Valley, Internet, las high tech, las Telco) y estalló. El Nasdaq y el Dow Jones se desplomaron. El mercado accionario de U$S 17,2 billones de dólares (70 % más que el PBI estadounidense) perdió en 2002 más de 7 billones de dólares. Y las utilidades perdidas se recuperaron extrayéndolas de la economía productiva, que también fue empujada a la crisis.
Hoy, el sector agroganadero está subsidiado y representa apenas el 2% de la economía. El industrial es sólo un 20%, está protegido por aranceles y tiene un 27,1 % de capacidad ociosa.
El 95 % de sus electrodomésticos son made in México, China, Taiwán, Malasia. USA se convirtió en el mayor deudor mundial.
Un valor imaginario
Decidida a sostener a la economía, la Reserva Federal emite dólares a discreción, como propugnan Greenspan y Bernake. Martin Mayer, en su libro 'The Fed. The Inside Story of How the World's Most Powerful Financial Institution' detalla ese poder. Y las estadísticas de la Fed lo confirman. El acuerdo de Bretton Woods, que establecía la paridad de 35 dólares la onza troy de oro cayó cuando EEUU dejó de tener el 80% de las reservas de oro del planeta. Pero el circulante siguió aumentando. Y con pocos lingotes en Fort Knox, en 1971 Richard Nixon suprimió la convertibilidad.
Sin respaldo oro, el dólar adquirió un valor fiduciario. Su garantía ('In God We Trust') era la confianza en la solidez económica estadounidense. Ese valor imaginario está licuándose.
En los últimos 40 años, el aumento de la oferta monetaria en EEUU sextuplicó el crecimiento del PBN, que se incrementó un 400 %. El poder adquisitivo del dólar en Estados Unidos decreció un 90 % desde 1950. En 1929, una familia de clase media necesitaba U$S 2.000 anuales (William Manchester, 'The Glory and Dream'). En 2003, el ingreso per cápita para un nivel de vida similar está en U$S 32.000: 16 veces más.
Negocio redondo
Ese nivel de vida se sostuvo con más dinero. Según la Fed (Report 2, de julio de 2002, y FedPoint 49) en 2001 la oferta monetaria (M 3, incluye dólares billete y otros) subió de un año a otro 12,75%, sumando U$S 7,8 billones. Pero el índice de precios, según el departamento de Comercio, aumenta sólo el 3 % interanual.
¿Por qué esa sobreoferta monetaria no desató la hiperinflación? En EEUU circulan algo más de U$S 600.000 millones. El resto es atesorado como reserva por instituciones financieras, empresas y particulares de otros países, sobre todo en los bancos centrales de Japón y China- Hong Kong.
La demanda foránea de dólares se mantuvo alta sustrayéndolos de circulación y manteniendo apreciado su valor. El mundo convierte los dólares de sus exportaciones en dinero local, cuyo incremento hace subir los precios internos. Así, al 'exportar' inflación, EEUU importa deflación de precios. Los norteamericanos compran bienes en el extranjero, que pagan con dólares, que vuelven al país, ingresan a bancos y fondos de inversión, y son prestados a los mismos estadounidenses para que sigan comprando. Un negocio redondo.
Vivir en el freezer. Pero no es perfecto. Ni inmortal
La capacidad adquisitiva de los norteamericanos aumentó. Pero mientras un freezer importado sale cada vez más barato en Nebraska, el agro y la industria pierden competitividad. El país importa más de lo que exporta, su déficit crece y las empresas acumulan un inventario sin vender de U$S 1,5 billones.
La fórmula recesiva impulsa a sectores productivos internos a desear ansiosamente una devaluación. La calificadora Goldman Sachs considera que para bajar un 50 % el déficit en cuenta corriente, habría que devaluar el dólar un 42 %. La divisa ya se devaluó concertadamente en otras ocasiones (en 1985, Acuerdo Plaza). Pero en 2002 el dólar cayó el 17% respecto del euro y el BCE teme una devaluación estadounidense aún mayor y unilateral.
El dólar barato estimularía en EEUU la inversión interna y las exportaciones, mejoraría la balanza de pagos, reduciría la desocupación, aumentaría la recaudación fiscal y bajaría el déficit estatal y de cuenta corriente. Pero sería letal para Europa.
Pesadilla en la Torre Eiffel
Esta receta preocupa a Japón, China y Rusia, y sobre todo a Europa. El dólar barato erosionaría la competitividad de la UE y la consolidación de un mercado internacional del euro.
Y es una pesadilla para Francia, cuya petrolera Total pretende ampliar sus operaciones en Medio Oriente.
Una salida multilateral, como Bretton Woods en 1944, suena inviable. Si todas las monedas fijaran su valor en el áureo metal, su relación se conservaría idéntica. Europa, que soporta sus propios problemas económicos (recesión, desempleo, inflación) apuesta a que su moneda, y no el oro, sea la alternativa de reserva frente al dólar. Es la línea de ataque del francés Wim Duisemberg, presidente del BCE (Banco Central Europeo),que apunta a sumar a su área monetaria de influencia a Rusia y China.
La batalla del petróleo.
La sed de petróleo modela la estrategia europea para competir con el dólar. Irak empezó a vender su combustible en euros a fines de 2000. En Rusia e Irán también quieren fijar el crudo en esa divisa. El influyente Javad Yarjani, jefe del Departamento de Análisis del Mercado petrolero de la OPEP, adelantó: 'En tanto el comercio bilateral entre Medio Oriente y la UE se incremente podría ser realizable cotizar el petróleo en Euros considerando que Europa es el principal socio económico de tal región.' Si el petróleo se cotizara en euros, a EEUU le costaría 20 por ciento más.
El problema es también geopolítico, porque EEUU tiene el 6% de la población mundial, pero necesita más del 25% de la producción petrolera del planeta, importa el 45% de su consumo, y las dos terceras partes vienen de Medio Oriente.
Inversores en fuga.
El euro también azota a Wall Street. El árabe Jarjani advirtió que el petroeuro '...podría potenciar mayores lazos entre estos bloques por el incremento de su intercambio comercial y ayudando a atraer las muy necesitadas inversiones europeas al Medio Oriente.' Es un efecto bola de nieve. Irán, fuerte país petrolero, pasó el 35 % de sus reservas de dólares a euros. Según el Financial Times, los saudíes retiraron U$S 100.000 millones de los 700.000 que tenían en EEUU. El bocado que el euro podría devorar gracias a un dólar débil que provoque desconfianza externa, incluye 9 billones de dólares en activos dolarizados de extranjeros en Norteamérica. Cientos de miles de millones emigran al euro o al oro.
La moneda de la UE conserva su aura de seguridad gracias a los 'Criterios de Maastricht', que custodian la divisa para eludir un destino similar al dólar. Incluyen una rigurosa limitación del déficit presupuestario (menos del 3 % del PIB) y la deuda pública (menos del 60 % del PIB). No obstante, Europa está al borde de la deflación, y presenta signos de crisis que incentivan su necesidad de conquistar el comercio mundial.
Hacia otro sistema monetario
¿Es necesario un nuevo sistema monetario internacional? La economista Hazel Henderson, autora de 'Beyond Globalization' lo cree, y recomienda un régimen de reservas monetarias mundiales basado en la paridad del dólar estadounidense y el euro, 'junto con una nueva emisión de Derechos Especiales de Giro (DEG)'. Una propuesta aceptada por todos los países que integran el FMI, menos EEUU.
Washington no parece dispuesto a acordar una reforma monetaria mundial. Tampoco planea reducir su emisión monetaria y balancear el déficit en cuenta corriente. Ni propenso a resignarse a importar sólo lo que pueda pagar con sus exportaciones.
¿Asumen Bush y Greenspan el riesgo que atraviesan los fondos de inversión estadounidenses, donde 80 millones de norteamericanos tienen sus ahorros expuestos a una fuga de inversiones hacia Europa? ¿Y qué sucedería con los U$S 800.000 millones de deuda externa que acumulan países como Argentina?
El nuevo desorden mundial.
De ese desorden podría surgir un nuevo orden, la anarquía, o una mezcla de ambos: desorden, que tampoco es multipolaridad.
Las diferencias comerciales entre EEUU y la UE hacen improbable un acuerdo monetario. El euro mostró inseguridad al oscilar de casi U$S 1,19 por unidad a U$S 1,14, cuando el índice de servicios de EEUU señaló valores mejores de lo previsto. Greenspan también influyó en la cotización al bajar la tasa interbancaria a 1%, la menor desde 1958, como salvavidas para una tímida recuperación económica.
Pero el choque de las crisis europea y estadounidense se globalizó en la reciente reunión de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, donde la discusión por los aranceles a los agroexportadores terminó en la formación de dos bandos. Las naciones que integran el Grupo Cairns (Brasil, Uruguay , Tailandia) se encolumnaron con EEUU; otras, como la India, estrecharon filas con Europa. Además, Estados Unidos quiere liberalizar el comercio en forma separada en cuatro áreas, en tanto la UE quiere que formen una sola, y aspira a nuclear a Rusia y China. Para peor, la UE está dividida: Gran Bretaña aplazó su entrada a la Unión Monetaria Europea y seguirá usando la libra esterlina, porque su economía macro es mejor que la coyuntura económica de Europa continental, frágil y con bajas expectativas de mejoría: el PBI de la Eurozona crecería en 2003 apenas de 0,8% a 1,1%.
Las importaciones petroleras estadounidenses se encarecerán si los mercados petroleros internacionales fijan sus transacciones en euros. Y el proyecto imperial estadounidense haría crisis traumáticamente en el planeta.
Estrategia agonizante.
EEUU podría perder a manos del euro su dominio de las finanzas mundiales. Y se esfumaría su control sobre el FMI y el BM, con los que ya tiene fricciones. Esas entidades perderían poder, como le sucedió a la ONU ante la decisión de Bush de invadir Irak.
Richard Perle, asesor de Reagan, de Bush padre y de Junior, muy amigo de Dick Cheney y Donald Rumsfeld, cerebro del 'Proyecto para un Nuevo Siglo Americano' (PNAC) recomendaba hace un par de años en su informe 'Rebuilding America's Defenses: strategy, forces and resources for a new century' (Reconstruyendo las defensas de EEUU: estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo), aumentar el presupuesto militar para poder 'librar y ganar múltiples guerras simultáneas importantes'.
Después del 11-S, la Casa Blanca tomó ese sendero. Por una rara ironía de la historia, esa estrategia podría sucumbir ante la debilidad de su moneda, doblegada por el euro.
Thurow acertó. Thurow se equivocó.
Sus tinieblas sobrevuelan pero no estarán exentas de violencia. Y exigen una luminosidad que simples, rotundos lingotes de oro no pueden ofrecer. Dos bloques pelean esgrimiendo filoso papel, divisas como armas. Su campo de batalla y el alineamiento de los ejércitos es aún difuso.
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