El lugar del peor accidente nuclear de la historia, la ciudad ucraniana de Chernobyl, comenzará a recibir visitas turísticas a partir del año próximo.
El anuncio lo realizó el ministro de Emergencias de Ucrania, Viktor Baloga, tras visitar la central junto a la jefa del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark.
EL DESASTRE
El reactor número cuatro de Chernobyl estalló el 26 de abril de 1986, lanzando una masa de radiación sobre una gran zona del norte de Europa. Cientos de miles de personas fueron desplazadas de zonas contaminadas en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Según una portavoz ministerial, los especialistas están trabajando para establecer rutas seguras para que los turistas aprendan sobre la explosión que causó el accidente nuclear en 1986.
Luego del desastre, la llamada zona de exclusión, un área de 48 kilómetros de radio alrededor del reactor, fue evacuada y acordonada. Todas las visitas fueron prohibidas.
Actualmente, unos 2.500 empleados mantienen lo que queda de la cerrada planta nuclear y trabajan en turnos para limitar su exposición a la radiación. A pesar de una prohibición del gobierno, cientos de evacuados han regresado a sus casas en la zona. Varias empresas ofrecen desde hace tiempo visitas al área restringida, pero -según el gobierno- esas visitas son ilegales y no está garantizada su seguridad.
El ministerio de Emergencia informó que los expertos están preparando rutas de viaje que serán seguras e informativas, tanto para los ucranianos como para turistas extranjeros. No dio una fecha específica sobre cuándo empezarán las visitas.
Atracciones no convencionales
Con al apertura al público, Chernobyl se suma a otras "atracciones" que les permiten a los visitantes conocer lugares que se encuentran en las antípodas de los destinos turísticos convencionales. Por ejemplo, los campos de concentración en Alemania, República Checa y Polonia, que cada año acogen a millones de visitantes dispuestos a revivir los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
Innumerables cárceles de todo el mundo -entre allas la argentina de Ushuaia, la española de Matarraña o la célebre de Alcatraz, en Estados Unidos- les permiten a los visitantes estar encerrados por un rato y revivir las penurias de presos famosos y anónimos. O las favelas brasileñas, que a pesar de su precariedad y peligrosidad atraen a hordas de turistas que prefieren salirse por un rato del circuito convencional de playas y bares para echar un vistazo a la realidad social que viven los locales.
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