Los alemanes hace tiempo sienten nostalgia por su vieja moneda. Si se da una vuelta por algún mercado navideño en Alemania, muy popular en estas fechas, notará que aún se puede pagar con el marco antiguo.
Se puede comprar el afamado "bratwurst" (salchicha en alemán) pagando con marcos, los cuales son aceptados con una sonrisa en los labios, y luego llevados al banco e intercambiados por la moneda actual alemana: el euro. Ahora más que nunca esa vaga nostalgia por lo viejo se está profundizando, así como la falta de aceptación por lo nuevo.
La actitud frente el euro se ha remecido debido a los rescates a Grecia e Irlanda. De repente, lo impensable se está pensando y lo que se callaba ahora está en boca de todos. Donde una vez el euro parecía tan inamovible como la Puerta de Brandeburgo, ahora su futuro se debate dentro de un creciente círculo de personas en el centro de la vida alemana.
De la periferia al centro
Antes de las ayudas económicas, era en la periferia de la política que se discutía la posible desaparición del euro como la moneda universal de 16 países. Ahora quienes discuten el tema son hombres de saco y corbata que se movilizan en imponentes autos negros.
Hombres como Hans-Olaf Henkel. Él forma parte del consejo de una gran agrupación de compañías alemanas y fue presidente de la Federación de Industrias Alemanas por cinco años. Henkel le dijo a la BBC que el euro estaba en peligro de convertirse en una "unión de transferencia", en la que el dinero se transfería desde los países de Europa del norte, principalmente Alemania, hacia la Europa del sur, específicamente Grecia y quizás Portugal.
De manera que, opina Henkel, hay que dividir a Europa en dos: permitan que las economías más fuertes del norte de Europa tengan su propio euro y aíslen a los más débiles del sur de Europa. Francia estaría en la eurozona del sur. "Ésta es probablemente la única manera de evadir grandes deudas acumuladas por los contribuyentes de impuestos europeos. Los países del norte generalmente se caracterizan por ser países a los que no les gusta la inflación. Ellos tienen una disciplina presupuestal mucho más estricta. Mientras que en el sur están más acostumbrados a tener una inflación alta y una disciplina presupuestal más tolerante".
Si esto no se hace, afirma Henkel, el dinero seguirá siendo vertido del norte hacia el sur como un intento por mantener a la eurozona unida: "Creo que no es saludable para Europa que dos sistemas completamente diferentes se mantengan unidos a la fuerza, a costa de los contribuyentes y sus hijos".
Movimiento pujante
La canciller alemana Angela Merkel ha afirmado que la situación es seria, pero que es importante que el euro sobreviva. Ella pide que se ponga en marcha un mecanismo mucho más robusto para lidiar con las potenciales suspensiones de pago de deudas.
Sin embargo, Merkel no puede tener total control de la situación, y un vigoroso movimiento en contra del euro está ganando fuerza.
Juergen Elsaesser viene organizando reuniones, muchas veces en la húmeda y oscura sala de alguna vieja fábrica, donde cientos de personas escuchan su mensaje contra el euro: "El euro es un hoyo sin fondo que no puede ser estabilizado llenándolo de dinero de los alemanes".
La dificultad que enfrentan los políticos que defienden al euro, incluyendo a la canciller alemana, es la sensación entre los votantes de que las promesas hechas por los políticos cuando el euro reemplazó al marco han sido rotas. Daniela Schwarser, de la Fundación para la Economía y la Política en Berlín, dijo: "A lo largo de los años en Alemania, una figura importante dominó el discurso en economía política y esa fue el Banco Federal Alemán, el banco central alemán. Ésta fue la institución que garantizó el éxito de la economía alemana después de la Segunda Guerra mundial y fue una de las razones por las cuales Alemania pudo recuperar un poco de orgullo".
Cuando Alemania renunció a su moneda, indica Schwarser, la explicación política que se le dio al público fue que el euro sería igualmente de estable. Sin embargo, en la actualidad, esa no parece ser la forma en que han sucedido las cosas. De ahí la dificultad, la misma que ha sido detectada en el popular periódico Bild, el cual generalmente es muy perceptible del sentir del público alemán. El periódico detecta los cambios de ánimo del público. El editor político Nikolaus Blome le dijo a la BBC que "hay una aceptación generalizada del euro en Alemania; sin embargo, debajo de esa lealtad y apoyo a la moneda existe un sentimiento creciente de desasosiego; desasosiego con el hecho de que Alemania vaya a financiar la crisis financiera de Irlanda y Grecia, quizás Portugal, e incluso España".
El diario Bild siempre apoya al euro y hace poco empezó a argumentar contra esa nostalgia por la moneda antigua.
Blome anota que podría ser prácticamente imposible financiar algunos de los países que podrían estar en problema, pues la suma sería muy alta. Sin embargo, él reconoce que si más países de la eurozona fracasan, y los rescates financieros se amontonan, el clamor por el fin del euro en su forma actual sería imparable. Eso traería consecuencias políticas. Para bien o para mal, el euro fue concebido como parte de un proyecto más grande para unificar Europa, dentro del marco histórico de la Segunda Guerra Mundial y la percepción de que Alemania necesitaba estar "enquistada" a Europa. ¿Estaría una Alemania libre del euro tan ligada a esa estructura? Nadie lo sabe.
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