Monica Bellucci y Sophie Marceau, el glamour personificado, se pasan al cine sicológico-fantástico de la mano de otra actriz, Marina de Van, que presenta esta noche en Cannes "Ne te retourne pas" (No te gires), su segundo largo como directora. La película de Marina de Van, musa de François Ozon, actriz áspera y misteriosa en sus primeras películas, coguionista con el francés de "Bajo la arena" y "Ocho mujeres", fue despedida en el pase de prensa con algunos abucheos, algunos aplausos y un perplejo silencio de la mayoría de la sala.
Monica Bellucci recordó en rueda de prensa que vivió reacciones muy negativas en la presentación de "Irreversible" del argentino Gaspar Noé en Cannes en 2002. "Si hiciera caso de lo que dice la gente y los periodistas, no haría cine", añadió.
Jeanne (Sophie Marceau), autora de biografías, casada y con dos hijos, quiere escribir la novela de su juventud, de la que no guarda ningún recuerdo.
En su piso, poco a poco, los muebles cambian de lugar, la decoración de las paredes cambia, el aspecto físico de los niños cambia... "No reconozco nada, a nadie. No somos nosotros", comenta a su esposo.
La transformación se acentúa y Jeanne-Sophie Marceau se vuelve Jeanne-Monica Bellucci, que viaja a Italia en busca de su pasado.
"Ne te retourne pas" es un "thriller sicológico que utiliza los códigos del cine fantásticos y maravilloso para narrar un drama sicológico", afirma la cineasta en una entrevista de la AFP.
"Tenía en mente la historia desde hace tiempo. La película no la escribí para el tándem Marceau-Bellucci pero la idea de utilizar dos íconos me parecía interesante. En cuanto les tocan el rostro, emocionan", dice.
Con ayuda de efectos especiales, transforma el rostro de Sophie Marceau en una cabeza híbrida, compuesta de trozos de las dos actrices y de la propia cineasta, antes de que pase a ser totalmente Monica Bellucci.
"Me gusta perderme en las imágenes de los otros. Me encantó transformarme en otra persona", declaró Sophie Marceau en la rueda de prensa.
La película, que no es fácil, arranca bien y va ganando en angustia, la transición facial resulta menos convincente.
"Mis referencias han sido Picasso y Francis Bacon", por sus rostros y siluetas distorsionados, pero "he fallado, no he conseguido lo que quería", suspira la directora, que querría que "el espectador llore, se emocione y, para decirlo francamente, que me quiera a mí por lo que expreso".
La cineasta de 38 años dirigió y protagonizó en 2002 un primer largometraje impactante, "Dans ma peau", en el que encarna a una escritora que se arranca la piel a tiras buscando la inspiración
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