Investigadores en México identificaron que los huesos de mandíbulas encontradas en las ruinas prehispánicas de Teotihuacán pertenecen al "loberro", animal producto del cruce del lobo y el perro, y que en la antigua cultura mexicana se usaba en rituales y como símbolo de la milicia.
Los investigadores de la Universidad Nacional de México (UNAM) analizaron la osamenta de animales en entierros ubicados en la Pirámide de la Luna y el Templo de Quetzalcóalt, en Teotihuacán, sitio arqueológico milenario al norte de la Ciudad de México.
Estos entierros fueron hallados en 2004 por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y serían la primera evidencia física de lo que parece ser cruce deliberado del lobo y el perro por las antiguas culturas en México.
El arquezoólogo Raúl Valadez Azúa de la UNAM, le dijo al periódico mexicano Milenio que: "Lobos y perros comparten 99,8 por ciento de información genética, de ahí que el cruce de ambos animales practicada por los teotihuacanos pudo ser factible, y dio como resultado al loberro, un ejemplar que portaba la sangre divina del cánido silvestre, pero en un cuerpo manejable".
Fuerza y poder
Según los expertos, aunque ambos carnívoros son muy cercanos genéticamente, la hibridación deliberada de lobos y perros en esta cultura respondería a fines ceremoniales.
Valadez Azúa agregó que además del análisis de restos óseos, se hizo un estudio iconográfico de la pintura y la cerámica teotihuacana vinculados a las representaciones de animales.
Los investigadores están reinterpretando estas representaciones ya que antes se pensaba que estas criaturas eran coyotes y no loberros.
En la cultura teotihuacana, al igual que muchas otras en Mesoamérica, los loberros eran considerados un símbolo de fuerza y poder.
Teotihuacán, a unos 40 kilómetros al norte de la capital mexicana, es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Fue el primer gran imperio de Mesoamérica y se desarrolló entre el siglo VI antes de Cristo y el VII de la era cristiana.
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